Quemar dibujos como naves varadas
A veces, los dibujos que vamos haciendo se te quedan pegados al alma. Como telarañas enganchadas al antebrazo al abrir la puerta carcomida de la bodega. De vez en cuando hay que sacudirse de encima los dibujos viejos. Lo he hecho tantas veces, que por cada dibujo que guardo habré tirado diez, veinte o treinta más. Más de una vez los he quemado. Un día hice una gran hoguera en una paridera de pastor. Estuve quemando hojas durante horas, mientras llovía afuera. Había subido la mochila llena de papeles y de cartones, e incluso un lienzo enrollado y una tabla. Lloré mucho, por el humo de la leña mojada. Creí que me sentiría después del fuego purificador como un ave fénix. Pero no. Más bien fue al revés. Conforme se ennegrecían y arrugaban las hojas me encontraba más triste. No por los dibujos; en general, eran una mierda. Lo que se me iba metiendo dentro era melancolía, ese veneno líquido que resbala por las venas del alma lento y frío. Me estaba arrancando la vida que se había quedado apelmazada entre los dibujos. Salí de la paridera como un zombi de la tierra, dejándome tiras de piel y carne pútrida enganchadas en las zarzas del cementerio. Después que ocurre esto, hay que esperar a que se regeneren los tejidos, hasta que uno esté en condiciones de dibujar otra vez. Porque con los tendones al aire no hay quien agarre un lapicero, y no te digo ya un pincel.
Hoy es diez del diez. Ya va siendo hora de que tire una decena de dibujos que llevo enredados. Es que ahora, con lo digital, no hay manera de prender fuego a los dibujos viejos. Así que los colgaré del blog y luego los borraré de la memoria. Empezaré con éste:
Hoy es diez del diez. Ya va siendo hora de que tire una decena de dibujos que llevo enredados. Es que ahora, con lo digital, no hay manera de prender fuego a los dibujos viejos. Así que los colgaré del blog y luego los borraré de la memoria. Empezaré con éste:
5 comentarios
Chema -
M.M -
Fernando -
Chema -
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