La biblioteca íntima
Leo "La biblioteca de noche" de Alberto Manguel. Se ha construido en dos años su propia biblioteca en un antiguo edificio, un establo, restaurado en el sur de Francia. Podemos ver una fotografía, tanto de su espacio como de otras dos bibliotecas que tomó como ejemplo. Quería que las estanterías para sus treinta mil libros -creo recordar que tiene- comenzaran a la altura de su cintura y no llegaran más alto que la extensión total del brazo. Al final las tuvo que hacer desde el suelo, porque, como dice en la página ciento cinco, como una regla matemática, "el número de libros supera siempre el espacio asignado a ellos", o sea, que la acumulación de libros tiende al infinito. A pesar de lo virtual, de lo digital. También habla de esto, cree que el libro tradicional y el digital son complementarios y pueden ayudar a cumplir el objetivo de abarcarlo todo inherente a una biblioteca, aunque nunca se consiga.
La edición española de "La Biblioteca de noche" ayuda a leer, es uno de esos libros de hojas color marfil de alto gramaje y tapas de duro cartoné cubiertas de una sobretapa de agradable tacto y diseño, ilustrada con una fotografía de una lámpara de mesa encendida, un manto de tenue luz sobre el libro abierto, y oculta en la sombra, la estantería que desaparece en un adivinado horizonte de madera, cuero y cartón. El contenido, ilustrado, se divide en capítulos con un hilo conductor conceptual: la biblioteca como mito, como orden, como poder, como azar...
Leo el libro con un lápiz del 0,5 en la mano para anotar en los márgenes, porque, como sucede con los títulos de los lomos dispuestos en una biblioteca, te vas encontrando aquí y allí frases sugerentes, redondas, ideas, relaciones... Por ejemplo:
"Cada lector existe para asegurar a cierto libro una modesta inmortalidad. Leer es, en este sentido, un ritual de renacimiento" (página 51).
"Leer, para permitir la reflexión, exige con frecuencia lentitud, profundidad y contexto" (p. 117).
"No existe libro alguno, por malo que sea o por malas que hayan sido las críticas que ha recibido, que no pueda ser requerido por algún lector en algún momento del futuro" (p. 119). Esta frase, a pesar de estar tan mal redactada -o traducida-, es una gran verdad que ya me decía mi abuelo cuando me regalaba libretas o un cuaderno (algún día contaré esto).
Pero la que más me ha llamado la atención hasta ahora es una frase en latín (no he encontrado ninguna más, que nadie se asuste): "Habent sua fata libelli" (p. 70). Es una cita de Benjamin que, a su vez cita al medieval Maurus (que no sé quién es). Aunque Manguel traduce como "Cada libro tiene su destino", yo he preferido escribir al lado: "cada libro tiene su fada, su hada".
Como ahora no tengo a mano ninguna imagen del libro, he ilustrado lo que acabo de escribir con un boceto inacabado (¿los bocetos se acaban?) que hice ayer mismo de mi fada: Isamar leyendo sentada en el suelo junto a la puerta del corral (hay quien lo llama jardín, yo prefiero conservar su nombre antiguo, de cuando correteaban por aquí pavos, gallinas y cabras, y caminabas sobre una alfombra de blando fiemo (cieno) que desprendía un olor peculiar, dulzón incluso, agradable). Isamar es una lectora pasional, capaz de concentrarse en cualquier lugar, tiene el poder de convertir su entorno en un lugar mágico, es como si se rodeara de un aura, de su propia e íntima biblioteca.
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LA BIBLIOTECA DE NOCHE, de MANGUEL, ALBERTO. ALIANZA EDITORIAL S.A. MADRID, 22006. ISBN: 8420647624. 352 pgs
9 comentarios
Magda -
También todo esto del lenguaje tiene sus particularidades regionales, México es enorme, imagínate que tan sólo en un Estado (por ejemplo, para nosotros Aragón sería un Estado de España), en Chihuahua, puede caber toda Europa. Por ello el castellano tiene sus particularidades regionales, aunque muy identificables. En fin, me fui largo sin darme cuenta, el tema es enorme y llevaría hojas comentarlo.
Un abrazo para ti.
Chema -
Un abrazo en cuarto creciente.
Fernando -
Chema -
Las notas de los libros de segunda o séptima mano son un tesoro, tienes razón.
Y todo ello configura un libro individualizado, "mi" libro.
¿A qué llamáis jardín?
Un abrazo
Chema -
Tengo otra costumbre: apunto al principio el día en el que empiezo a leer, y al final cuando lo termino. En algunos pone, lo empiezo o lo termino por segunda vez...
De los recuerdos de lecturas infantiles está el libro Senda, que recogía leyendas de Pandora y su caja mágica, o de Clavileño. La verdad es que las otras lecturas oficiales no eran muy agradables, algunos clásicos no pueden leerse con 10 o 12 años... y pretender que gusten...
Un abrazo.
Luisa -
El libro de Manguel tiene muy buena pinta. Seguro que intento buscarlo. Pero como bien decís...qué poco tiempo para leer todo lo que querríamos.
Mejor esta ilustración de Isamar leyendo... Nada mejor para este post.
Chema -
M.M -
Es una enorme frustración la que me da a veces al ser consciente de que leo poco y al desear leer más...
Las frases que has seleccionado me han encantado, sobre todo la de "Leer, para permitir la reflexión, exige con frecuencia lentitud, profundidad y contexto".
No suelo anotar ni subrayar, me detenía en un párrrafo el tiempo necesario para saborearlo y después lo anotaba en un cuaderno. Dejé de hacerlo porque luego las releía y eran líneas pobres que ya no tenían el mismo sentido...
Besos.
Magda -
También siempre que leo lo hago con un lápiz en la mano para anotar las "llamadas" que me son interesantes, son como un diccionario personal en los libros que voy leyendo, no podría leer sin hacerlo (también llevo siempre un marcador de textos color fosforescente). Estas llamadas son (o me parecen a mi) como "otro libro". Cuando compro libros en las librerías de viejo y en el texto que compro hay estos pequeños apuntes al margen de su anterior dueño, siento como si lo conociera. Una sensación especial.
Tu ilustración es preciosa. Por cierto, acá en México siempre le decimos corral, el jardín es otra cosa.
Que tengas un buen fin de semana