Silencio, que llueve (publicado el 13 de noviembre de 2005)
Llueve. No digo nada nuevo, pero quiero escribirlo porque me gusta como suena a la vista. También me gusta oir llover. Y oler llover. Hasta mojarme de lluvia me gusta. He abierto la puerta del estudio que da a la terraza, los gatos me miran extrañados, renuentes. Puma no lo resiste. Sale fuera. Pronto vuelve a la carrera. Permite luego que, con languidez extrema, Bastet le seque surcando con púas su pelo, acariciándolo, abrazándolo. Con la puerta abierta, las gotas salpican y suenan. He cargado la tinta y he encendido una vela. No quiero electricidad. El MacQuis se ha quedado mudo y dormido. Escribo a mano en el cuaderno de Apostillas (también suena y huele bien) y garabateo un boceto. Termino de afinar unos cuentos brevísimos que le he mandado a Luis, para una revista. Sólo cuando para un rato la lluvia conecto al perezoso MacQuis y termino la página sobre cómo hacer un guión de cómic que me pidió Marcos. Luego vuelvo a apagarlo, y las gotas siguen cayendo, sonando, perfumando, humedeciendo el suelo del estudio.
2 comentarios
Chema -
Gracias por tus palabras.
Graciela Gómez Sala -
Me maravilló el relato de la lluvia; para alguien que ama la lluvia (como yo), y en un día de lluvia (como éste) fue un regalo mágico leerlo.
Gracias.
alondra